martes, 28 de marzo de 2023
Cientos de industrias enfrentan nuevos desafíos a medida que los mercados se normalizan después de la pandemia, y la industria de los invernaderos o de la Agricultura Protegida no es diferente. Pero, ¿cómo se superarán los cambios ante agflación, el aumento de los insumos, la apreciación en el tipo de cambio, en la oferta y demanda?
Los tiempos cambian, así como las empresas, los mercados, incluso las personas. Los consumidores adoptan nuevos hábitos de consumo dependiendo de sus necesidades al vivir en nuevas circunstancias y entornos.
Después de una crisis generalizada, el primer y más obvio efecto en cualquier industria es un cambio repentino en la demanda. Además, para los productores de hortalizas, frutas y flores en la industria de los invernaderos, la demanda depende de los cultivos que producen.Las herramientas que hoy en día ofrecen las nuevas tecnologías a los consumidores nos brindan comodidad, ahorro de tiempo y confianza. Desde pagar servicios, hacer movimientos bancarios, comprar, vender, opinar sobre diferentes temas, y todo esto mediante el uso de tecnologías de la información. Pero, ¿Cómo ha cambiado la forma de consumir y comprar nuestros alimentos? ¿Lo seguimos haciendo como hace 10 años? ¿Vamos a los supermercados a escoger nuestros productos?
Hoy en día puedes saber cuándo, dónde y cómo se producen los alimentos que consumimos. Podemos investigar a la compañía que los suministra y si tienen programas de responsabilidad social, si utilizan procesos de inocuidad, cuál es el origen e historia de la compañía, etc. Ya no compramos flores, frutas o verduras, sino una experiencia, un concepto y una historia que llevas a tu casa. Todo esto con atributos como conveniencia, calidad, vegetales con más sabor o con mayor vida de anaquel.
Los productores de flores y otras plantas ornamentales enfrentaron quizás el mayor desafío financiero de la industria de agricultura protegida. La demanda se desplomó y ahora se ha vuelto a disparar. Ahora los productores ofrecen servicios de entrega a domicilio y un mayor número de puntos de venta. Esto presenta un desafío especialmente grande cuando se trata de plantas anuales.
63 mil hectáreas en operación
Hoy en México existen 63 mil hectáreas en operación, de las cuales 35 mil son de horticultura, 24 mil de berries, y el resto se distribuye entre explotaciones ornamentales, flores y viveros. Cabe destacar que la capacidad instalada de esta industria supera el valor de los 8 mil millones de dólares, considerando las estructuras productivas, las plantas procesadoras, empaques y cuartos fríos. Sólo el estado de Sinaloa ya cuenta con 8 mil has. de hortalizas bajo agricultura protegida. Le sigue Jalisco con 7 mil 700 hectáreas, de las cuales 4 mil 500 son de frambuesa bajo macro túnel.
La agricultura protegida utiliza estructuras para el manejo de la tecnología, de los recursos naturales y para proteger a los cultivos de forma física, ofreciando una gran eficiencia ante los efectos del cambio climático. Un buen proveedor de tecnología debería proporcionar un traje a la medida para los requerimientos específicos de cada productor.
El objetivo de la agricultura de alto valor no es la producción de kilos por metro cuadrado, sino la generación de utilidades por metro cuadrado. Esta nueva ecuación ya incluye un elemento de mercado. No se debería medir en unidades de volumen, sino en pesos o dólares. Es decir, medir tanto los rendimientos como la capacidad de monetarizarlos. De nada sirve producir grandes volumenes si no tenemos la capacidad de venderlos.
Por ello, es necesario no sólo implementar la tecnología que nos permita lograr los rendimientos y la calidad que contribuyan a lograr el mejor retorno, sino que tenemos que asegurar que el mercado o el nivel de tecnificación no se conviertan en una inversión sin medida que se absorba durante largos años de amortización.
Estas inversiones deben ser congruentes técnicamente, incorporando la tecnología adecuada para la región, clima, mercado y mano de obra; económicamente, de acuerdo a un objetivo de rentabilidad; comercialmente, para producir de acuerdo a los requisitos, requerimientos y expectativas del mercado para que la relación sea permanente, y socialmente, con el recurso humano necesario, con empleos dignos y fijos para poder asegurar la continuidad de la operación.
En un principio, muchos agricultores apostaron por tecnologías pasivas, para así lograr mayor extensión con menores inversiones. Pero empezaron a inundar los mercados con alta productividad pero baja calidad, desplomando los precios. No hubo planeación de la producción y los precios se desplomaron.
Por otra parte estan los casos que incorporaron las mejores tecnologías en todos sentidos, construyendo invernaderos de vidrio con sistemas de clima artificial, que no necesariamente eran justificados. El resultado fue similar, altas productividades, ahora con óptimas calidades, pero en un mercado inundado por sus colegas con tecnologías más pasivas, inmaduro, que no reconoce la calidad en épocas de alta demanda. Situación que tampoco se clasificó como rentable.
Para el cierre de 2009 había una relación de casi el 80% de tecnologías pasivas contra el 20% activas.
La buena noticia es que hoy México aprendió y apuesta a que su decisión de tecnificar sus agrícolas esté dictada con base a objetivos comerciales, estrategias competitivas y demanda programada. Fruto de ello es que cada vez son más los proyectos que incorporan las tecnologías justas y requeridas para lograr los objetivos, en sintonía con su capacidad social y el apoyo técnico con el que se cuenta.
Además, México ya cuenta con más profesionistas, técnicos y mano de obra especializada para esta industria, pues la agricultura protegida nacional emplea de forma directa e indirecta al 2% de la población económicamente activa y formal.
La industria de Berries, cuyo crecimiento ha sido exponencial, está cometiendo los mismos errores que sus colegas los horticultores. El precio de los arándanos releja una sobreoferta en el mercado americano. Los productores están incorporando tecnologías muy pasivas, principalmente por el bajo costo de instalación y la oportunidad de establecer más superficie de producción. Pero la escasa mano de obra encarece el proceso de armar y desarmar dichas cubiertas y, sumado al cambio climático, estas estructuras ya no representan la mejor protección para estos cultivos. Esto motiva a muchos de los agricultores más avanzados en dicha industria a replantearse si lo barato les está saliendo más caro.
La mejor decisión siempre va a estar basada en el modelo más productivo y sustentable, promoviendo un equilibro en todos sentidos.
Agricultura Protegida